sábado, 2 de enero de 2010

¿Memphis?

Esta es la introducción de una historia escrita por un amigo (el mismo que me recomendó el video de la gallina que dijo eureka). Las críticas y comentarios serán bien recibidas, pues ¡este es el fin último de una publicación de tal tipo!

Al pensar en un mundo de magia es difícil concebir algo diferente a un mundo atrasado tecnológicamente falto de las cosas que para los mortales pueden ser completamente necesarias. Pero en mi mundo eso no es así: tenemos países ricos que no dejan de enriquecerse y países pobres que nunca abandonarán su posición; grandes empresas que desarrollan aparatos cada vez más diminutos y que se alejan cada vez más de su concepto original; personas trajeadas que van a trabajar a dichas empresas que tienen el tiempo libre justo para tener hijos y de contratar una niñera; y, por supuesto, también estamos los “niños”, da igual lo adolescente que te creas pues a los ojos de los adultos no dejas de ser un crío más, que no comprende la importancia de las cosas. Y, aunque parezca mentira, somos personas capaces de usar lo que denominamos magia. Poseemos la extraña capacidad de dominar la energía vital de los seres vivos, de darle forma y utilizarla a nuestro antojo, pero ¿qué hacemos en vez de vivir apasionantes aventuras solo alcanzables en sueño? ¿Que hacemos en vez de exaltarnos con esta capacidad tan peculiar? ¿Qué qué hacemos?

Nada. Crecemos, envejecemos. Se nos dice que la magia no consigue nada, se nos enseña que el esfuerzo esta por encima de cualquier poder incomprensible. Se nos niega el vivir aventuras. La magia queda relegada a una tradición que se pasa de padres a hijos, como una reliquia de mucho valor que solo se pone en una repisa para que se admire. De vez en cuando surge alguna banda criminal que aprovechándose de técnicas especiales habían conseguido estafar y/o robar mucho dinero. A eso se reduce la magia en mi mundo: un secreto que pasa de generación en generación y solo se hace perceptible en la sociedad cuando se usa para hechos vandálicos. Somos los jóvenes quienes no comprendemos la importancia de las cosas, pero son los adultos quienes simplemente han perdido el norte, quienes se han puesto a comprender la importancia de las cosas mas estúpidas y no han sabido apreciar la importancia de algo que llevan desde que nacen.

No sé porque escribo esto, espero que, en el transcurso de mi historia, pueda encontrar la motivación para contarla, espero que sea la forma correcta de hacerlo... puede que incluso la haya encontrado nada más empezar;

Apenas tengo 17 años, no poseo nada de valor, ni siquiera mi vida. Tengo esa edad en la que me considero bastante mayor para decidir por mi mismo pero, pese a eso, el reconocimiento de los demás es el que te da el poder y, por desgracia, no poseo ese reconocimiento. Mi vida sigue una tortura, perdón, quise decir rutina…dado el caso, podríamos incluso tomarlos como sinónimos. Pero, hasta cierto punto, no es el caso.

Me paso sentado las tardes en la orilla del rio que atraviesa la ciudad donde nací y donde me estoy criando. Hago dibujos en una pequeña libreta que solo yo y el tendero conocemos: para él, una libreta más de la cual gana una pequeña cantidad de dinero, para mí, el guardián de secretos de los que ni yo mismo soy consciente. Como he dicho, hago dibujos. Así los llaman los demás. Para mí son extractos incompletos, imperfectos, de una realidad que se me escapa, que está enfrente de mí y aun así no soy capaz de retratar. Y, aunque carezco del don del arte, no creo que se encuentre el problema en mis dotes. Pero no se qué significa. No se qué quiere decir que no encuentre en mis dibujos la satisfacción que busco, no sé qué quiere decir que no puedan pasar de simples garabatos. No entiendo por qué se me escapa la realidad. ¿A qué llamamos realidad?

Da igual cuantas veces haga esa u otras preguntas pues la respuesta no está en ningún lado, en ninguno de los dibujos. Puede que no haya crecido lo suficiente, puede que…puede que… no haya encontrado nada que me ate a esta realidad, a este mundo o puede que, este mundo, no sea el que yo debo retratar. Puede que ni siquiera deba retratarlo. Como se puede ver, el hablar de posibilidades abre la puerta a un mundo lleno de ellas. Todo puede ser, pero, ¿qué será lo que se dará al final de todo?

Como ya he dicho esta historia empieza sin un objetivo. Empieza sin una vida, a no ser que quieran llamar a lo mío vida, empieza con un montón de dibujos incompletos, sin sentido y que solo dejan tras de si un mar de preguntas que me atormentan y no me permiten ver la salida en caso de haberla. [...]

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