sábado, 9 de enero de 2010

Sobre las ruedas

Si tuviese que reflejar mis pensamientos acerca del sistema educativo, este sería uno de los libros que emplearía para hacerme entender en caso de una exposición fallida.

-[...] Flaig habló del examen, deseó suerte al muchacho y le animó; pero la finalidad de sus palabras era darle a entender que un examen así, en fin de cuentas, no era más que una cosa externa y accidental. Suspender no era una vergüenza, le podía suceder al mejor; y, si acaso, le sucedía a él, debía recordar que Dios tiene con cada alma sus intenciones determinadas y la conduce por sus caminos propios.

-[...] Su deber y misión encaminada a él por el Estado son domar y exterminar en el joven los toscos apetitos y las fuerzas de la natualeza, y plantar en su lugar ideales comedidos, tranquilos y reconocidos por el Estado. ¡Más de uno, que ahora es un satisfecho ciudadano y eficiente empleado, se hubiera convertido, sin los desvelos del colegio, en un innovador impetuoso y desenfrenado o en un soñador meditabundo y estéril! Había algo en él, algo salvaje, sin reglas, inculto, que había que apagar y extinguir. El hombre, tal como le crea la naturaleza, es algo desconcertante, opaco y peligroso. Es un torrente que se despeña desde un monte desconocido, y una selva sin camino ni ley. Y así como la selva tiene que ser aclarada, limpiada y reducida por la fuerza, el colegio tiene que romper, vencer y reducir por la fuerza al hombre natural; su misión es convertirle, según los principios que acepta la aturoidad, en un miembro útil de la sociedad, y despertar en él las cualidades cuyo desarrollo total vendrá a coronar y terminar la cuidadosa disciplina del cuartel.

-[...] A esto se añade, como factor importante de la vida de internado, la necesidad de autodominio y el sentimiento de pertenecer a una colectividad. La fundación, a cuyas expensas les es permitido a los seminaristas vivir y estudiar, ha cuidado de que sus pupilos sean el producto de un determinado espíritu por el que más tarde serán reconocidos en cualquier momento: una sutil y segura manera de dejarles marcados. Así pues, con excepción de los indomables que se escapan de vez en cuando, se puede reconocer a cualquier seminarista, suabo como tal, durante toda su vida.

-[...] Esto es trabajar a jornal -decía-, tú no haces todo el trabajo por gusto y libremente, sino únicamente por miedo a las profesores y a tu viejo. ¿Qué sacas siendo el primero o el segundo? Yo llevo el número veinte, y por eso no soy más tonto que vosotros los empollones.

Herman Hesse

El ideal (aunque disfrazado con otras palabras) de renuncia a los años jóvenes o venta de la propia vocación por miedo a lo que uno podría llegar a hacer con su vida el resto de sus días, por más que haya promesas de una felicidad futura, si se mantiene, no llega a buen término. Igual con la carrera laboral y, en definitiva, todo aquello en lo que uno no sigue sus tendencias internas y fuerza convertirse o hacer algo que va en contra de su ser.

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