Existen dos, entre todo ese conjunto de aquellas cosas que detesto, que me irritan particularmente. Una de ellas son los cambios de atuendo de uso diario y la otra, la actividad física. Si tuviese un microscopio, apuesto a que podría observar como mis células se retorcerían por el rechazo extremo producido en presencia de tales estímulos. Es una relación perfecta de causa-efecto. El elemento interviene en algún instante de mi vida por una fracción de segundo y la exacerbación sustituye cualquier otro estado anímico anterior.
Vamos a ver, he utilizado en los dos últimos años de mi vida las mismas prendas. En concreto, tres pantalones (uno que uso exclusivamente en casa y otros dos en el exterior), cuatro camisas y un par de zapatos. No necesito de alguna otra ni lo deseo. Es más, me mantengo a distancia de todo ello. Sin embargo, por alguna extraña razón, debo enfrentarme constantemente a la voluntad ajena u opinión de algún otro acerca de todo esto. Por algún tipo de ineludible ley natural o fuerza divina, de cuando en cuando, este mismo tipo de voluntad "confunde" MIS vestimentas con trapos.
Para ser exactos, ahora mismo, uno de mis pantalones estará camino a no-se-qué vertedero. La persona en cuestión -aunque dudo que no lo hicese con intención, por una serie de razones- se ofreció a comprar otro. Bien. Así todo resulta sencillo. Pero MI pantalón no volverá ni podrá ser sustituído por otro semejante. Si usaba ESE en concreto era porque reunía el conjunto de factores necesarios como para que me resultase cómodo a la par que confortable. Luego, elegir otro arbitrariamente hace caer en picado las probabilidades de encontrar aquel que también cubra tales factores y un proceso de selección resultaría demasiado lento (no pienso pues, desperdiciar siquiera minutos de mi vida visitando tiendas aleatoriamente hasta encontarlo).
Por otro lado, mi amor a la actividad física es tradicional. En general, no tan sólo en cuanto a realizarla, sino a todo lo relacionado con ella (la falta de higiene, la explotación a nivel corporal y todos aquellos elementos agradables inherentes a ella). Es decir, tanto su praxis -propia o que implique observarla-, como su teoría. No me interesa en absoluto y, además, me desagrada. Y sí, conozco lo extraordinariamente mal que a nivel fisiológico podré llegarme a encontrar en un estado como el actual de sedentarismo a largo plazo, lo terriblemente desagradable a ojos de otros en cuanto a canones de belleza y un largo etcétera. Y, asimismo, ello no inquieta ni un ápice de mi ser. Me es indiferente y no me interesa en absoluto. Es decir, asumo, en cualquier caso, las consecuencias de la decisión tomada. Pero, por favor, que se mantenga a un mínimo de 20 metros de distancia.
Así como emplear tiempo en actividades como las mencionadas anteriormente, torturarse una media de 1h y media diaria, implicaría perder a lo largo de una semana unas diez u once horas. Horas que, por otra parte, podrían bien haber sido empleadas en tareas "más" amenas y que acercan al ser a su realización o algo semejante.
jueves, 10 de diciembre de 2009
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Primero pretendo expresar una afinidad casi total ante la postura de los cambios de atuendo añadiendo el hecho de que compartimos dicha presión social incansable que ejerce una presión con el objetivo de que el sujeto abandone la postura adoptada para dejarse llevar por esa obstructora y a la vez destructora corriente conocida bajo el eufemismo de moda.
ResponderEliminarY ante la postura frente al ejercicio físico, sólo añadir que la explotación corporal obtiene como finalidad una mejor adaptación de éste a la explotación mejorando irremediablemente la vitalidad y resistencia de aquel que la realiza. No obstante no es agradable ni necesario sufrir tales estímulos siempre y cuando el estilo de vida sedentaria sea consecuente con la ausencia de ejercicio.
En esta no te rebato nada porque estoy de acuerdo en general xD
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