sábado, 26 de diciembre de 2009

Mi Vecino Totoro

Ayer concretamente y no recuerdo por que impulso encendí mi disco duro extraíble y posteriormente, abrí el itunes -da la casualidad que toda mi música se encuentra en tal disco duro- más por el hecho de explorar la la biblioteca que por tener en mente un determinado disco o canción a escuchar. Luego por no-recuerdo-tampoco-que-motivo me detuve por la J y descubrí entre ellos a Joe Hisaishi al que, de veras, no había escuchado desde hacía no diré décadas pero si varios meses.

Así pues, no sé si fue por nostalgia o por verdadero deseo que me puse a escuchar las bandas sonoras creadas por tal compositor -importante para el contexto- todas ellas, asimismo, impregnadas del mismo aura que le da ese mismo caracter a las películas de las que compone la banda sonora (El Vaje de Chihiro y El Castillo Ambulante entre otras) y todas sus piezas en general me atreveré a decir. Es decir, no son iguales en absoluto, claro está, pero todas ellas poseen un punto común por las que se las reconoce... ¿cómo explicarlo?

He aquí una de mis favoritas y de las más famosas:



Obviamente todo esto es bastante subjetivo y mi intento no es otro que el de intentar describir con palabras las características del sonido. Mas, retornemos al tema principal, la película. Tras toda esta atmósfera y días anteriores haberme propuesto seguir con aquella vieja costumbre cinéfila, busqué por wikipedia otros films de los que Hisaishi hubiese compuesto la banda sonora (en realidad, quería buscar algo de Hayao Miyazaki pero me dio un lapsus y busqué de Joe Hisaishi). Y, en el top -debido a la ¿recientedad? de la misma-, se encontraba Mi vecino Totoro.

Bien, estas fueron las fuerzas que me llevaron a verla. Luego, de forma general, la historia trata sobre el día a día de dos muchachas -Satsuko y Mei- y su padre -"el señor Kusagato"- (cuya mujer y madre de las niñas está en el hospital) y los encuentros casuales que han tenido con un conejo gigante -el amo del bosque donde ellos moran- al que apodaron Totoro. Sin embargo, a fuerza de tratarse de una historia centrada en hechos cotidianos, son los propios detalles y particularidades de la misma -o por lo menos desde mi punto de vista- los que le ortorgan su valor.

La primera -y última- cosa que se observa es una introducción del mismo estilo de las clásicas series japonesas (una tira de viñetas con diversas escenas) en la que, en mi caso, me sorprendió la gran coordinación existente entre música e imagen. Estas parecían, de veras, estar enlazadas en una relación de casua-efecto semejante a las que se observan en la realidad. ¡La música estaba hecha para la secuencia de imágenes y viceversa!

Inmediatamente después, cuando la historia en sí comienza, es chocante la personalidad tan propia de cada uno de los personajes acorde, asimismo, con su contexto cultural y características, y otro tipo de escenas curiosas que se dan claramente en la vida real pero son escasamente representadas en el cine. Entre otras, por ejemplo, cuando las niñas rumbo a su nueva casa viajando en la parte donde se cargan los bultos de un camión conducido por su padre, al ver a alguien pedaleando con un uniforme semejante al policial a la voz de "¡la policía!" se agacharon para no ser vistas, o cuando la hermana pequeña -Mei- se escondió tras la mayor al asustarse por la visita de una anciana y demás. Cosas simples y cotidianas pero extrañas de ver en una película.

Luego, claro, hay otras cosas que son igual de extrañas y efectivamente, no se ven en la vida cotidiana de uno, pero que, a pesar de lo que podría pensarse, es debido mayormente al contraste cultural. Hay que tener en cuenta pues, que a pesar de la occidentalización que ha sufrido Japón en las últimas décadas, no ha perdido su esencia oriental. Entre ellos, el dar gracias a una estatua que les sirve cobijo bajo la lluvia o gritar para infundirse valor a sí mismos.

Este último punto es importante en la película. Si hubiese que extraer alguna conclusión final o algo similar, la idea principal sería que a pesar de los problemas y obstáculos que se puedan encontrar a medida que la vida transcurre, son el valor y el humor los que finalmente le restan trascendentalidad a los mismos y permiten, del mismo modo, encontrar una fácil solución. Esta está particularmente bien definida en la frase dicha por el padre antes de que el tiempo amainase en los baños "¡hay que reírse para espantar a los fantasmas!". Y, más adelante, ya aproximadamente al final, cuando los problemas de tal magnitud de un principio se tornaron una vez aclarados, en insignificantes.

Otra, pero quizás, no de tanta relevancia y expresada a su vez con otra frase por el mismo personaje "hace tiempo los árboles y los hombres eran muy buenos amigos" hace hincapié posiblemente en cuestiones de tipo ecológico que tienen relación con el estado de la naturaleza hoy día por obra del ser humano.

X Por cierto, el árbol donde vive Totoro no es otro que el Alcanforero

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