Esta ciudad portuaria se encuentra en el sudeste australiano, en el estado, válgame la redundancia, de Nueva Gales del Sur.

Pese al aislamiento del que goza como isla, no obstante, posee una de las culturas más antiguas de la Tierra, que data alrededor de los 60 mil años. Como dato curioso, estos aborígenes fueron considerados como parte de la flora y fauna hasta pasados "unos años" de la conquista, a partir de los cuales los registraron en el censo de la población como ciudadanos con plenos derechos. Estos conquistadores, en concreto, llegaron a estos parajes inhóspitos en el siglo XVIII, con el objetivo, no de colonizar nuevas tierras, sino de establecer nuevas cárceles para los convictos de Reino Unido, cuyas celdas estaban ya abarrotadas. Desde entonces, sin embargo, la ciudad ha pasado a convertirse en una de las zonas más prósperas y con uno de los índices de desarrollo más altos del planeta. La población, además, casi en exclusiva británica e irlandesa en sus inicios, tras una serie de oleadas de inmigrantes sugestionadas por motivos de diversa índole, está compuesta por habitantes que, en conjunto, suman más de 236 nacionalidades distintas. Entre otros, los vietnamitas -con un núcleo importante en Cabramata- que han aportado importantes mejoras a la gastronomía.
De entre los símbolos de la ciudad -a parte del canguro-, se encuentran dos de las obras arquitectónicas más importantes del mundo; el puente del puerto de un único arco y la Ópera de Sydney. El puente del puerto se trata -obviamente- de un puente de un único arco (el más gande del mundo) que recorre 500 metros de la ciudad de una punta a otra. Es frecuentemente visitado por turistas debido a las magníficas vistas que ofrece de la ciudad. La Ópera de Sydney es, por otra parte y sin lugar a dudas, uno de los más conocidos a nivel mundial (es por cierto, la imagen que se suele emplear en las postales). Sin embargo, aunque su nombre haga hincapié en la Ópera, se trata de un centro de representaciones artísticas en el que además de la susodicha existen cámaras específicas para la danza, el teatro y demás.
Por último, de entre los acontecimientos, citar la fiesta del orgullo gay australiana, de las más importantes del mundo también. Al que, al parecer, año tras año, el mismo grupo cristiano presenta sus pancartas en señal de protesta.
Y hasta aquí mis anotaciones sobre este punto remoto del mundo, donde, casualmente, el verano es la estación menos cálida.
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